Editorial: «Buscando un gran objetivo»
Como corredores nos gusta participar de todas las carreras, todas. Y no siempre debemos. Cuando nos planteamos objetivos a corto, mediano y largo plazo, debemos ser estratégicos en mirar hacia qué carreras participar. Yo creo que no se puede participar en todo, y a nivel fisiológico tampoco es conveniente. Pero a nivel mental nos diluimos en pequeños objetivos, que si bien, pueden ser grandes victorias, también es verdad que nos distraen de aquel BIG THING, ese objetivo mayor que podemos tener. Es verdad que las carreras a lo largo del año pueden ser motivadoras, pero en todo caso, hay que aprender a escogerlas, sobre todo si nos planteamos objetivos de larga distancia.
Todo empieza con un día de entrenamiento. Si tenemos un objetivo a corto plazo, por ejemplo, una maratón en unos meses, probablemente ese día de entrenamiento tendrá un objetivo por sí mismo; un trote suave recuperatorio, unas series explosivas, todo entrenamiento tiene su porqué y su velocidad. No tiene sentido correr rápido un trote recuperatorio, solo por el hecho de que no queremos que nos vean correr lento. Esto que digo es algo gracioso, pero ocurre mucho. Hay que seguir el plan, sea cual sea. También ocurre cuando nos encontramos con otro corredor, muchas veces queremos ir acompañados y conversando. Pero sucede que uno debe ir a un ritmo, y el otro corredor a otro ritmo. ¿Qué hacemos? Usualmente nos adaptamos al ritmo del otro, y nuestro objetivo se pierde.
«¿Qué queremos lograr? ¿Qué carrera nos ilusionaría correr? ¿Qué marca querríamos alcanzar? Cada persona es diferente y los objetivos, diversos»
Igual sucede con las carreras cortas; a veces nos antojamos de correrlas, aunque por ello nos perdemos un día de entrenamiento, o bien lo entrenamos mal. ¿Cuántos no se han lesionado en una carrera corta, y no pueden después ir a un maratón? Al final, por satisfacer un deseo inmediato, ¡se pierden la gran meta!
Los objetivos son como un gran frasco: en él metemos primero grandes rocas (que son los objetivos a largo plazo), luego piedras medianas (objetivos de los próximos meses, por ejemplo) y finalmente la arenita (carreritas cortas que no son objetivo). ¿Qué pasaría si llenamos de arenita el frasco? Muy probablemente no cabría nuestra gran roca. Así mismo es el entrenamiento. No podemos hacer todo, todo el tiempo.
Aprovechemos la oportunidad para pensar con claridad en nuestros objetivos deportivos a largo plazo; no los objetivos de otras personas, quiero decir los realmente nuestros. Puede ser uno solo, y puede ser dentro de un año, o dos, o tres. ¿Qué queremos lograr? ¿Qué carrera nos ilusionaría correr? ¿Qué marca querríamos alcanzar? Cada persona es diferente y los objetivos, diversos. Cuando un objetivo es grande, hay que trabajarlo. No podemos pedir éxito inmediato. De allí, sería bueno dividirlo en etapas; buscar esos objetivos intermedios. Es ahí donde entran las carreras del año que viene. Y por último, los próximos cuatro a seis meses.
Lo importante es no perder tiempo y recursos si queremos enfocarnos en los objetivos correctos. Debemos ser disciplinados; a veces queremos satisfacción inmediata, y nos olvidamos de que lo que más nos cuesta y más demora, se disfruta más.