ZURICH Maratón de Madrid Rock ‘n’ Roll Running Series 2025

La prueba alcanzó un nuevo récord con 45,000 participantes

Los etíopes Derara Hurisa con 2:09:08 y Maritu Ketema con 2:25:55 fueron los ganadores.


Por Fernando Revuelta – Maratonista

Ya de regreso en Panamá desde hace unos días, por fin he sacado el tiempo para escribir la crónica de lo que fue nuestro viaje y experiencia en la Zurich Maratón de Madrid Rock ‘n’ Roll en la que participamos hace unas semanas.

Para conocer la intrahistoria de por qué elegimos esta maratón y no alguna de las muchas otras que hay en el calendario nos tenemos que retrotraer hasta abril del 2024, cuando nuestro amigo Carlos López de Freitas -español pero con orígenes también portugueses-, pasó en uno de sus múltiples viajes de trabajo por Panamá y quedamos para correr un rato por Amador. Carlos residió en Panamá por unos años y compitió acá en numerosas pruebas, incluyendo la Maratón de Panamá, pero después se regresó a Madrid donde actualmente reside con Margot, su pareja panameña.

Después del trote nos juntamos Tere, Carlos y yo en el Nikos de Balboa para el tradicional desayuno, y allí mientras echábamos cuentos, Carlos mencionó que el fin de semana siguiente se celebraba la Maratón de Madrid. Casualmente Tere y yo llevábamos algún tiempo conversando sobre cuál sería el destino de nuestro próximo viaje y maratón, después de haber corrido Vitoria en el 2019, Valencia en el 2021, Panamá en el 2022 y Berlín en el 2023.

Carlos nos comentó que él podía conseguir una buena oferta en los vuelos y que nos daban alojamiento en su casa, que por qué no nos animábamos y la corríamos los tres. Madrid era una de las alternativas que habíamos estado Tere y yo considerando, así que en cuestión de minutos, mientras nos comíamos la hojaldra y unos huevitos, sellamos el pacto de conjura del Team España-Panamá para la Maratón de Madrid 2025.

El primer paso del cronograma era el de registrarnos en cuanto se abrieran las inscripciones pocos días después de celebrarse la prueba, y cuando llegó el momento lo hicimos reafirmando que ya no había marcha atrás. Por delante un año para prepararnos a conciencia, tiempo más que suficiente para afrontar una prueba que es reconocida por su dureza debido a que la ciudad de Madrid está en un alto y durante el recorrido hay numerosas subidas.

Carlos ya había corrido Madrid hacía bastantes años, de hecho fue su primera maratón, mientras que para Tere y para mí sería nuestro debut en la capital de España, ciudad que por otra parte nos encanta, y en la que siempre pasamos parte de nuestras vacaciones cuando volamos a Europa.

Durante meses los tres fuimos compartiendo a través del grupo de WhatsApp la evolución de nuestros respectivos entrenamientos, nuestras sensaciones y estados de ánimo, las molestias y lesiones que de algún u otro modo aparecían, comentarios sobre la ruta y de otros aspectos de la prueba que se iban conociendo.

En el caso de Carlos la preparación fue más compleja que la nuestra ya que él venía de bastantes años sin correr maratón, y adicional, y por motivo de su trabajo, le tocaba viajar con frecuencia y entrenar allí donde buenamente encontraba una ruta, ya se tratase de algún país de Centro y Sudamérica, Europa, África o incluso Australia.

Así fueron pasando poco a poco los meses y fuimos acumulando kilómetros, llegando a las últimas semanas de preparación específica y a los largos fondos durante los fines de semana. En el capítulo de Panamá tuvimos a favor que durante los meses de enero, febrero y marzo disfrutamos de bastante buen clima coincidiendo con la época de verano, con pocas lluvias y menor posibilidad de enfermarnos, pero igual nos cuidamos para evitar una sorpresa al final.

Carlos estuvo por Panamá precisamente pocos días antes de la maratón y pudimos completar varios entrenamientos juntos por parque Omar y Costa del Este, lo que nos sirvió para coordinar aspectos del viaje y la logística que íbamos a tener esos días pre y postmaratón.

Volamos sin problemas y llegamos a Madrid el viernes al mediodía, tras lo que nos juntamos con Margot y Carlos para ir a la Expo a retirar los dorsales y dar unas vuelta por allá. La Expo estaba ubicada en uno de los salones de IFEMA y era enorme. De entrada pasamos por el “Wall of Fame” donde buscamos nuestros nombres, luego dejamos nuestra impronta en el muro de comentarios (el de Carlitos siempre especial jajaja), tras lo que recogimos los correspondientes bibs.

Una cosa curiosa que nunca había visto fue un puesto para intercambiar camisetas para aquellos corredores cuya talla no les quedaba, y se la cambiaban con otros que estaban en igual situación.

Adidas como patrocinador principal de la carrera tenía bastante espacio con productos a la venta entre zapatillas, vestimenta y merchandising, por lo que aprovechamos a hacer algunas comprillas para uso propio y regalos (nuestra cuñis Lili siempre presente 🥰). A diferencia de otras expos como Berlín donde Adidas es patrocinador principal pero también están presentes otras marcas de zapatillas, en esta ocasión ellos tenían la exclusividad y no había más fabricantes de calzado.

Lo que sí había era montones de puestos con productos de nutrición (muchas marcas conocidas, pero también algunas de las que nunca habíamos oído), puestos de operadores de maratones de otros países, stands de ropa de correr, de medias, de lentes, bueno,… de todo un poco donde podías en ocasiones probar los productos y recibir muestras.

En unos de los puestos saludamos al gran Martín Fiz, con el cual ya habíamos coincidido varias veces en anteriores ocasiones e incluso entrevistamos cuando fuimos al Maratón de Vitoria que lleva su nombre.

La verdad que después de hacer un viaje de 11 horas y con un jet lag de siete horas, académicamente no parecería lo más recomendable pasarse unas cuantas horas más dando vueltas por una Expo, pero en verdad lo disfrutamos mucho. Esos momentos rodeados de otros miles de participantes nos sirvieron para manejar la adrenalina que uno ya tiene a mil, tanto como para que uno quisiera ponerse allí mismo el número en el pecho y salir corriendo.

El día sábado previo a la prueba lo pasamos básicamente descansando, aunque no faltó una salidita al supermercado para comprar los últimos insumos y la cañita al mediodía acompañada por un plato enorme de calamares rebozados ñami, ñami (pd: la tragadera durante estas semanas de vacaciones merecería por sí sola de un artículo propio 😅).

El Zurich Maratón de Madrid celebraba este año su 47 edición con un récord de participación de 45,000 corredores distribuidos entre las distancias de 10 kilómetros, media maratón y maratón. Los 10 kilómetros partían temprano en primer lugar, y después saldríamos juntos los corredores de 21 y 42 kilómetros, divididos por cajones de tiempo.

El domingo amaneció soleado, excelente al menos para nosotros los panameños que estamos acostumbrados al calorcito, a pesar de lo cual llevamos manguitos. Llegando al área de salida ubicada en el paseo de la Castellana nos coordinamos para encontrarnos con mi hermano Carlos y su esposa Raquel que habían ido a animarnos. Muy emotivo poderlos abrazar de nuevo, y una lástima que mi hermano Carlos no pudo ser de la partida por problemas físicos, ya que con él corrí mi primera maratón en Valladolid en 1987 (la historia si la queréis leer no tiene desperdicio), y otras más como en su maratón #100 (ahora lleva ya 127).

El guardarropa estaba muy bien organizado en carpas por números, y por poner un pequeño “pero”, en esa zona faltaban más aseos, por lo que las colas eran bastante largas y los olores algo desagradables 💩.

Después de algunas fotos, nos despedimos de Raquel, Margot y mi hermano Carlos que se coordinaron para poder vernos pasar en diferentes puntos del recorrido gracias al sistema de metro.

Caminamos hasta los cajones de salida que estaban algo alejados y progresivamente sentimos la emoción del momento. Mirando la vista atrás, se nos hacían los ojos en lagrimillas (lo mismo estoy sintiendo al escribir esto), al pensar en todo los meses vividos durante el último año cuando tomamos la decisión de participar en la prueba… cuántas madrugadas, cuántas zancadas, cuántos kilómetros completados con la ilusión puesta en superar una vez más esta mágica distancia de 42 kilómetros que nos atrae como ninguna otra.

Las Rock ‘n’ Roll series se caracterizan por la mezcla entre el running y la música, y como no podía faltar, un guitarrista subido en la propia línea de salida nos dio esa última inyección de energía mientras todos al unísono gritábamos la cuenta regresiva… ¡Cinco, cuatro, tres, dos, unooooo… SALIDAAAA!

En esta edición somos 13,000 los corredores en la distancia de maratón, pero obvio vamos mezclados con bastantes miles más de media maratón. De inicio la Castellana es una avenida superancha y con una pendiente no muy pronunciada, pero constante, que te obliga a no relajarte.

A pesar de haber muchos participantes, podemos correr con bastante comodidad para lo que suele ser habitual en este tipo de pruebas. Tere y yo vamos juntos, y Carlos algo más atrás con unos amigos de su club TIGERS.

Al poco de la salida pasamos junto al estadio Santiago Bernabéu y las icónicas Torres inclinadas de la plaza de Castilla. Nuestro ritmo es algo más lento al comienzo, con la idea de incrementarlo pasados unos kilómetros y buscar las 4 horas 30 minutos. Al kilómetro cuatro alcanzamos las 4 Torres y retornamos por la Castellana, ahora en terreno de descenso. “Tereeee, Feerrrrr”,… nuestro team de animación se hace por primera vez presente y nos empujan con sus gritos “Vamossss Panamá”.

Voy mirando el pace del Garmin y todo va en orden. Comienza la toma de los primeros geles e hidratación. Lo hemos entrenado decenas de veces durante la preparación y no hay lugar a la improvisación. También la toma de sales. Un millón de gracias a nuestro patrocinador The Vitamin Shoppe que desde hace años nos apoya con toda nuestra suplementación.

Aunque ya son más de las 10 de la mañana, en realidad Madrid recién está despertando (por estos lares un domingo la gente no suele madrugar). En algunas áreas no se ve mucho público, solo algunos familiares y personas paseando a sus perros o de camino a comprar el periódico. El recorrido sigue por anchas avenidas con algunos pasos subterráneos donde hay que acortar la zancada y regular las fuerzas. Tere y yo conversamos a ratos; acostumbrados a correr muchas veces casi en solitario, el estar rodeados de miles de otros corredores nos pone la piel de gallina.

Al kilómetros 10 ya estamos en el ritmo objetivo y seguimos con muy buen ánimo. El clima está excelente y las calles por donde vamos corriendo son agradables, lejos de las áreas industriales que son frecuentes en otras pruebas.

Según nos vamos acercando a la zona centro de Madrid se va incrementando la presencia de público. Terminando el kilómetro 18 la carrera entra en la Gran Vía y llega a Callao, donde está de nuevo nuestro team de animación y pasamos delante del famoso edificio luminoso de Schweppes de cuya reproducción se cuelga Santiago Segura al final de la película “El día de la bestia”. Nos comentan que Carlos viene algunos minutos por detrás.

Bajamos por la calle Preciados camino a la Puerta del Sol y ahora sí que hay varias filas de personas animando en los márgenes. Nos sentimos por unos momentos como si fuéramos Kipchoge, y le digo a Tere que “calma”, que todavía nos queda más de la mitad de la prueba.

En Sol se bifurcan las rutas y los corredores de la media maratón nos abandonan, quedando ya en solitario los que vamos a los 42 kilómetros. Pasamos junto a la pastelería “La Mallorquina” y “El museo del Jamón”, y seguimos de frente por la calle Mayor (pd: no faltaron las ganas de entrar en la calle Postas y comernos unos boquerones fritos y unos calamares 😁).

El terreno es claramente en descenso y corremos camino a la Catedral de La Almudena y el Palacio Real. Frente al mismo se cumplen los primeros 21 kilómetros y llevamos un pequeño adelanto sobre el ritmo previsto. Correr por estas zonas con edificios históricos tan emblemáticos es muy especial, y algunos grupos de turistas nos miran con curiosidad cuando pasamos a su lado.

Rodeando plaza de España vemos el que por muchos años fuera el edificio más alto del país, el edificio España, y le comento a Tere que ahí tenía el apartamento “Jessica”, la famosa sobrina de Ábalos 😂 (los que sigan la actualidad de la política española sabrán de qué les hablo).

La calle Princesa con su perfil continuamente ascendente nos resta algo de fuerzas y parece no se acaba nunca. Desde hace muchos kilómetros hemos visto participantes ya caminando y su cantidad se incrementa en las partes de subida. Tere y yo sentimos algo de lástima por estos corredores, y dudamos de que faltando tantos kilómetros, encima los más exigentes, logren terminar la prueba.

Por fin concluye la subida y giramos a la izquierda para bajar por el parque del Oeste hacia la avenida de Valladolid, para continuar por un terreno más o menos plano durante dos kilómetros. En esta parte la brisa entra algo en contra, y uno no se puede relajar porque el ritmo del reloj se sube.

La parte más crítica de la ruta según la mayoría de los participantes es la de la Casa de Campo, del kilómetro 27 al 34, y en donde está una temida subida que coincide con el muro del maratón en el kilómetro 33. Durante las últimas semanas hemos visto en YouTube numerosos videos de corredores de ediciones anteriores, y en todos se aprecia como una pared en la que muchos participantes caminan agotados.

Converso con Tere en el kilómetro 32 y se siente con fuerzas y muy animada. Vamos consumiendo los geles como previsto y no siente el cansancio propio de llevar más de tres horas corriendo. Sabemos que la famosa pared debe estar cerca, y sabemos que si la superamos, tendremos mucho terreno ganado de cara a lograr el tiempo objetivo en meta.

La calle hace un giro cerrado y de golpe la calle se empina al tiempo que montones de personas se agolpan en los hombros de la ruta alentando a los participantes. Raquel y Carlos a través de la App de la prueba nos han ido siguiendo y están allá para darnos ánimos en este crucial momento. Mi hermano Carlos corre a nuestro lado por unas decenas de metros y nos grita que vamos muy bien. Preguntamos por Carlitos y nos comenta que viene algo más atrás, pero bien.

Le digo a Tere que acorte el paso pero que no baje la cadencia, y sin darnos cuenta, después de unos cientos de metros estamos ya de nuevo bajando. Nos alegramos de que el repecho en realidad no lo era tanto, o al menos a nosotros no nos lo pareció. Supongo que quizás para alguien que llegue con las fuerzas muy justas, sí pueda ser un suplicio.

Llegamos al kilómetro 36 y nos anima un grupo de tambores al estilo batucada. Cruzamos de nuevo el río Manzanares y regresamos por la orilla contraria en camino a los kilómetros finales. Estamos a nivel del río y la meta es en pleno paseo de Recoletos, en la parte alta de la ciudad 🙈.

No hay que ir a Harvard para saber que todo lo que sube, baja, y todo lo que baja, sube. La calle Segovia en el kilómetro 37 nos comienza a mostrar lo que nos espera en los últimos cinco kilómetros. Al finalizar una dura subida Tere me comenta que las fuerzas le comienzan a pasar factura. El terreno no suaviza y muchísimos corredores caminan como zombis o sencillamente se sientan a un lado de la ruta a descansar un rato.

La calle Acacias parece no terminar nunca. Los kilómetros comienzan a sentirse como si fueran interminables. Pasamos frente a la estación de Atocha y entramos al paseo del Prado. En esta parte hay sombra, pero igual se siente que la calle pica hacia arriba. Solo quedan dos kilómetros pero nos hemos ido comiendo los segundos que teníamos ganados. Le doy ánimos a Tere y le digo lo orgulloso que estoy de ella para que se mantenga concentrada,… «Tere mueve el fuas 😅».

Superamos la fuente de Neptuno y al poco la de Cibeles. Ya estamos en la recta final, nos agarramos de la mano y cruzamos la meta muy emocionados en 4:29:56… ¡Lo conseguimos!!!

Ya con la medalla en el pecho nos abrazamos fuerte y damos gracias a Dios por haber podido compartir estos momentos. No fue el mejor tiempo para ninguno de los dos, pero sí una maratón más (la #11 para Tere y la #22 en mi caso) que nos quedará siempre en el recuerdo y que disfrutamos como pocas al correrla juntos.

Después de cambiarnos nos reunimos con el team de apoyo y con Carlos que llegó algo de tiempo después a meta limitado por unas molestias en su rodilla. ¡Un millón de gracias a Margot y a ti Carlitos por haber sido parte imprescindible de esta historia!

En verdad que la Maratón de Madrid es una opción muy recomendable para aquellos que busquen una ruta urbana (salvo por la parte de la Casa de Campo, que a nosotros nos encantó), con mucha participación pero donde se puede correr bien sin agobios, con bastante animación, y dentro de una ciudad como Madrid que ofrece al visitante cientos de posibilidades culturales y de ocio. Obvio que por su perfil es un trazado que nunca va a ser propicio para realizar grandes marcas, pero sin duda es una maratón que nos dejó muy buen sabor de boca y a la que nos gustaría regresar.

Nuestro viaje se prolongó por tres semanas más, comenzando por el día siguiente a la prueba en el que vivimos el famoso “apagón” eléctrico por más de 12 horas en toda España. En nuestro caso le pusimos buena cara, y aunque al no haber transporte tuvimos que caminar como 10 kilómetros para regresar a casa, nos tomamos un cubetazo para celebrar 🍺.

Aprovechamos los siguientes días para hacer turismo ya que eran las fiestas de Madrid, y visitamos museos como el Prado, el Thyssen-Bornemisza y el palacio de Liria, paseamos por el Rastro, vimos la obra Aladdín, estuvimos de fiesta en la pradera de San Isidro, comimos cocido en Malacatín y bocata de calamares en La Campana, compramos regalos en El Corte Inglés, y hasta pudimos compartir con el grupo de running TIGERS.

Sin tiempo para que nos diera lo que se conoce como el “post Marathon blues”, a los pocos días de correr en Madrid el Team España-Panamá ya se estaba activando para la próxima aventura en el 2026, pero esa será otra historia.

Un millón de gracias a todos por vuestro cariño y mensajes de apoyo.

Tere & Fer

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