La Subida al Cerro Ancón, una tradición para finalizar el año
El fin de semana pasado se celebró una nueva edición de la tradicional Subida al Cerro Ancón, un evento no competitivo que comenzó su andadura a finales del año 1999, y que salvo en el 2020 por causa del COVID, se ha celebrado durante todo este tiempo de manera ininterrumpida.
Por Fernando Revuelta – Maratonista
El 31 de diciembre de 1999 siempre será recordado como una de las fechas más importantes de la historia reciente de Panamá, ya que a las 12 del mediodía y durante una ceremonia multitudinaria en el Edificio de la Administración, se produjo la reversión definitiva de la antigua Zona del Canal a Panamá, poniendo fin a casi un siglo de presencia estadounidense en el país. Lo que no muchos saben, es que solo unas horas antes y en el mismo sitio, un grupo de entusiastas corredores inició una actividad que con el paso de los años terminó por convertirse en tradición en la comunidad runner: subir corriendo al amanecer del último día del año el Cerro Ancón.
Enclavado como un vigía en la entrada del Canal, el Cerro Ancón con sus 199 metros es el punto de mayor altura de la Ciudad de Panamá, y siempre ha estado rodeado de un cierto halo de misterio y romanticismo, con sus vetustas construcciones de madera de la época canalera y su frondosa vegetación. Incluso en sus entrañas oculto a la vista, y como un recuerdo de su pasado bélico, alberga un bunker subterráneo construido por el Comando Sur de los Estados Unidos, vestigio de intrigas y reuniones secretas en las que se tomaron decisiones del más alto nivel para los intereses de la antigua Zona del Canal.
Regresando a 1999, entre los corredores que estuvieron en ese primer grupo que subió el Cerro Ancón se encontraban respetados miembros de la comunidad runner local, incluyendo a Anselmo Broce, Gustavo Gordón, Jorge Lombardo, Ricardo Cupas y Freddy García (de izquierda a derecha en la foto adjunta). Según sus propios testimonios, eligieron el Cerro Ancón por la maravillosa vista que hay de la ciudad desde la cima, y decidieron subir de madrugada porque siempre realizaban sus entrenamientos en ese horario.
Después de descender del Cerro, se bañaron vestidos con ropa y zapatillas en la fuente del monumento a Goethals, frente al Edificio de la Administración del Canal. A modo de simbolismo, pasaron por debajo de las dos cascadas que formaba el agua en la fuente como un modo de purificarse y de dejar atrás las cosas malas, para así afrontar el nuevo año con energías renovadas. Para finalizar, realizaron un brindis por todo lo bueno que les había ofrecido el año y por lo que les traería el nuevo.
Con algunas bajas e incorporaciones en el grupo originario, los corredores citados han continuado con esta tradición todos los 31 de diciembre hasta la actualidad, teniendo como punto de inicio y final el restaurante Niko´s de Balboa. Algunos de ellos ya no tienen la capacidad física para subir hasta la cima del cerro corriendo, pero se siguen reuniendo para celebrar la llegada del nuevo año. Adicional al brindis, comparten desayuno con comida que cada uno aporta como tamales, rosca, pernil o salchichas en salsa. Lo que sí ya no realizan es la «limpieza espiritual» en la fuente del monumento a Goethals, evitando así tener inconvenientes con las autoridades de la ACP.
Actualmente muchos son los corredores que suben en la madrugada del día 31 de diciembre al Cerro Ancón, sobre todo desde que Johnny Santamaría (DEP) y el Team Manda Diversión, invitaron hace algunos años a otros grupos de corredores a sumarse. Después de eso, la actividad se popularizó e hizo más masiva, reuniendo habitualmente a más de 150 corredores que parten de madrugada desde el monumento a Goethals.
La ruta tradicional para ascender al Cerro Ancón discurre de inicio por la calle David Gallardo (por detrás del paseo de las Palmeras) hasta llegar a la avenida Arnulfo Arias, donde se encuentra su monumento. Desde allí se enlaza con la avenida de los Mártires, pasando enfrente del barrio del Chorrillo. Después se entra al propio cerro por Mi Pueblito, subiendo posteriormente una zona de escaleras que da acceso a la serpenteante calle que llega hasta la cima. En buena parte del recorrido no hay luminarias, por lo que muchos de los participantes se ayudan de las linternas de sus celulares o portan frontales en la cabeza para evitar caídas. En total son poco más de 3.5 kilómetros, pero se hacen exigentes debido a los numerosos columpios que se van superando en el trayecto.
Una vez alcanzada la cima, se suele orar y dar gracias todos juntos, interviniendo representantes de los diferentes grupos presentes. Desde la cima del cerro hay unas inmejorables vistas a la Ciudad de Panamá al amanecer, la brisa suele soplar con fuerza y se respira aire puro. La mayoría de los participantes aprovecha también para tomar fotos del paisaje y retratarse con la enorme bandera nacional que ondea en la parte más alta, mientras se entrecruzan saludos y buenos deseos para el año que está por comenzar.