Mi Primer Ultramaratón: Daniel Vega
El Reto del Indio 2022 (Panamá)
Por Daniel Vega – @vegueta1228
Llevo corriendo de manera constante desde hace unos 8 años, y como la mayoría de los corredores, poco a poco fui aumentando los objetivos de distancia en competencia, pasando primero de 10 kilómetros a media maratón, y después de media maratón a maratón. Mis primeros 42 kilómetros fueron en la Maratón de Panamá del 2018, y una vez finalizada la misma, pensé que con ella había alcanzado el tope de mi progresión como corredor. En cuanto a correr en caminos no era algo que me atrajese especialmente, siempre preferí el asfalto, y solo ocasionalmente entrenaba en zonas de trillos acompañando a mi team para ganar fuerza y resistencia de cara a las carreras en ruta.
Pero los corredores por definición siempre queremos ir más allá, buscando objetivos que nos motiven, y no necesitamos de mucho para asumir retos que en principio estarían fuera de nuestro alcance. Mi interés por participar en El Reto del Indio fue motivado por dos compañeras de equipo, Paty y Dey, que a mediados del año pasado comentaron en el chat del grupo sobre la prueba y avisaron de que pronto se abrirían las inscripciones. Como sucede con este tipo de retos, poco a poco la gente del grupo se fue sumando y finalmente se armaron 5 equipos de relevo para los 160 kilómetros, mientras que otros tres compañeros y yo decidimos apuntarnos a los 100 kilómetros en formato individual.
La preparación específica para la prueba comencé a realizarla a comienzos de diciembre, una vez terminado el entrenamiento que estaba llevando para la Maratón de Panamá. Al ser mi primera participación en larga distancia tuve que aprender y practicar bastantes conceptos sobre estrategia de carrera, nutrición durante la prueba, seguimiento de la ruta en el reloj, etc. Respecto a la nutrición, todo me lo organizó mi amiga nutricionista Sane, hizo un trabajo excelente calculando lo que debía ingerir y en qué cantidades. En cuanto a los entrenamientos incluí más sesiones de carrera en trillos en diferentes lugares como el camino de las antenas, Cerro Azul, Capira, El Valle o Pacora, aumentando al mismo tiempo la distancia, llegando en las semanas de más carga a sumar por encima de los 110 kilómetros. Nunca había competido en horas nocturnas, así que otra cosa que tuve que practicar bastante fue la adaptación a correr con la luz frontal en la cabeza y a tener un campo visual más limitado.
Durante los días y horas previas a la prueba estuve bastante nervioso y con ansiedad, ya que aunque pensaba que había hecho una buena preparación, tenía una gran incertidumbre sobre cómo podría ser mi desempeño compitiendo en una distancia muy superior a la máxima que había completado hasta entonces.
El día del evento la organización nos llevó en bus hasta el área de partida de los 100 kilómetros en Tres Hermanas, lugar que coincidía con el punto en el que los participantes de la prueba por equipos comenzaban su segundo relevo. Nuestra salida estaba programada a las 8:00 p.m. con un tiempo máximo de corte de 23 horas para completar la distancia, así que ya desde el inicio partimos con los frontales encendidos.
Siendo mi primera prueba de estas características, mi objetivo no era otro que terminar la carrera en buenas condiciones, así que comencé tranquilo pero intentando no distanciarme mucho de los punteros. Según fueron pasando los kilómetros la ansiedad del comienzo desapareció y me pude concentrar en la prueba, buscando en la oscuridad de la noche no salirme de la ruta con la ayuda del reloj donde tenía grabado el recorrido.
Correr 100 kilómetros da mucho tiempo para pensar, y a cada rato se me venían a la cabeza imágenes de mi familia, de los entrenamientos realizados y otros recuerdos que me servían para mantenerme entretenido. Iba hidratando y comiendo con regularidad según el plan previsto, aunque hubo un inconveniente con uno de los alimentos que preparé y que se echó a perder, por lo que tuve que improvisar sustituyéndolo con geles y barritas. Quizás ello contribuyó a que mi función estomacal se viera afectada, y por varias ocasiones no tuve otro remedio que visitar la vegetación adyacente a la ruta para poner las cosas en su sitio 😅.
En las estaciones de apoyo por las que pasábamos me iban informando de cómo iba la carrera y aprovechaba para reponer algo de hidratación, ya que aunque era de noche, igualmente había que ir bebiendo de manera constante. A mitad de recorrido, kilómetro 50 de la prueba, llegamos a la estación del Valle de Antón, y allí me percaté que iba de segundo. La fatiga ya se comenzaba a notar en las piernas y a nivel mental, pero me propuse seguir avanzando corriendo todo lo posible, caminando solo lo imprescindible para descansar y en las partes más exigentes.
Algunos kilómetros más adelante ya pude tomar la punta de la prueba, y a partir de ahí seguí con mi estrategia de no forzar el ritmo y continuar acumulando kilómetros. En la estación de Las Guías, faltando solo 20 kilómetros para la meta, me dio ansiedad pensar que mi esposa Fátima estaría preocupada esperándome en la llegada sin saber de mi situación, así que le pedí a un voluntario que la llamara al celular para tranquilizarla.
Fue bonito ver amanecer y recorrer los últimos kilómetros ya de día, intentando engañar al cansancio y a la mente para no aflojar. Me repetía a mí mismo que eran muchos kilómetros recorridos y muchas horas de esfuerzo para que casi al final me asaltaran las dudas sobre si podría completar la prueba. Los últimos 10 kilómetros desde Río Hato los hice conversando con Dios, con la confianza de que las molestias musculares que cada vez eran más intensas no llegaran al límite de obligarme a caminar, o incluso tener que detenerme.
13 horas con 11 minutos, y toda la tensión acumulada durante ese tiempo se soltó de golpe cuando llegué a la meta en el Decameron y me abracé a mi esposa e hijo,… estaba demasiado emocionado como para articular palabra,… y las lágrimas se me saltaron.
Más allá de la propia carrera, fueron muchas semanas de esfuerzo y sacrificio durante la preparación, enlazando el trabajo con los entrenos, sin tiempo casi para poder compartir con la familia. Mereció la pena, pero hay que poner todo en balance,… ahora mismo no tengo muy claro si volvería a repetirlo,… el tiempo dirá.
Este triunfo se lo dedico a mi familia, a mis hijos María Daniela y Daniel Adrián (trunks) y a mi esposa Fátima, así como a todos mis amigos y conocidos que me apoyaron.
No puedo terminar esta crónica sin agradecer a mis compañeros del Team Nyeupe Timu – Costa del Este por todo el apoyo que me han dado para este reto, incluyendo el patrocinio de las zapatillas que usé para el evento, y muy en especial a Manuel Prado y Domingo Wong que me ayudaron muchísimo en los viajes a El Valle y a los otros lugares donde corrimos trillos. También a mi coach Fernando Blanco, a Nicolás García y Fernando Revuelta, que son personas a las que admiro y que me han servido de motivación.
La crónica me emocionó. Grande Dani
Entrenaste muy duro y soy tu testigo, por eso me alegra tanto este triunfo. Que tengas muchísimos más. Tu familia siempre estará para ti 💓