Editorial: «La ambición del corredor»
Se dice que la ambición es el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr. Trasladando este significado a nuestro deporte, yo pensaría que es el deseo de conseguir una marca específica (competir con uno mismo) o ganar a “x o y” corredor (competir con otros). Creo que ninguna de estas variables es mala, pero desafortunadamente la palabra ambición tiene una connotación negativa.
Creo que el ser “ambicioso” en el running tiene mucho que ver con querer mejorar. La mayoría de los corredores siempre queremos mejorar, y en las carreras más. Si hoy hicimos 30 minutos en una competencia, mañana querremos hacer 29. Si hoy hicimos 1 hora, mañana querremos hacer 58 minutos. Ni hablar de maratones, en ellas sí o sí queremos ver a nuestros números disminuir. Queremos el anhelado PR (récord personal). Queremos ver que ha valido la pena todo el esfuerzo, pero en ocasiones, ese esfuerzo lamentablemente no se traduce en la mejora de nuestras marcas.
También esa ambición se convierte en autoconfianza, que en nuestro deporte nos hace mucha falta. Queremos ser humildes, pero si no confiamos en nosotros mismos y nuestras capacidades, difícilmente el entrenador, los compañeros o los familiares confiarán. Solo nosotros conocemos nuestro propio cuerpo, nuestro particular proceso.
«El ser ambicioso en el running tiene mucho que ver con querer mejorar»
Cada persona tiene su motivación para correr: bajar de peso, divertirse o conocer gente; el mejorar nuestros tiempos es tan respetable como las anteriores. Por tanto, tenemos derecho a ser ambiciosos. Tampoco prestemos mucho oído a quien nos desanima, aunque sin mala intención, con comentarios “realistas” sobre nuestro desempeño. Es cierto que debe haber un punto realista en nuestros objetivos, pero nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, y si lo único que deseamos es bajar 5 minutos a nuestro récord de maratón, creo que llamarlo “ambición” sería un poco exagerado. Yo particularmente detesto esa palabrita.
Igualmente, si estamos del otro lado, animemos al compañero o compañera a luchar por sus objetivos y no lo “aterricemos” en la realidad; permitámosle que se esfuerce y demuestre que puede. No sabemos el impacto que pueden causar las palabras, y podemos desmoralizar a alguien sin siquiera dar oportunidad de que lo intente.
La próxima vez que un entrenamiento no salga como queremos, o no logremos una marca en una competencia que para nosotros haya sido importante, tenemos el derecho de estar decepcionados, molestos y cabR3%d0$. Si esto es ser ambicioso, lo somos. Nos caemos, nos levantamos, y nos ponemos otro “ambicioso objetivo”. Soñar es gratis.