La fábula de Iriarte y las liebres
Algunas liebres sorprendentemente han ganado carreras en las que su función era hacer de comparsa
En los recortes y en terreno con vegetación, la liebre tiene poco que perder.
Por Javier Revuelta – Corredor y médico
Son numerosas las versiones de la fábula de Iriarte “los dos conejos”. Muchos padres la han adaptado a lo largo de los años como cuento para dormir a sus hijos y de paso enseñarles alguna que otra moraleja.
Una de las versiones dice así: Dos gazapos fisgones abandonan la madriguera contraviniendo la orden taxativa de sus padres de no hacerlo en su ausencia. No pueden evitar la curiosidad que les provoca la algarabía todavía lejana de los ladridos de unos perros. Ambos discuten acaloradamente sobre si se trata de galgos o de podencos. No reparan en el peligro que supone para ellos. Poco a poco se les van acercando mientras los otros dos distraídos continúan su rifirrafe. Al final los cazadores y sus perros los pillan desprevenidos y ocurre lo inevitable.
Pero estas líneas no van de conejos, sino de liebres… Es obvio que en terreno despejado los galgos son más rápidos que las liebres, pero estas superan a aquellos en su capacidad de quiebro. En los recortes y en terreno con vegetación, la liebre tiene poco que perder.
El matacán es una liebre resabiada por haber sido ya perseguida con anterioridad en algún lance por los perros y resulta muy difícil de capturar. Así lo dice con su austera y magistral prosa Miguel Delibes en su relato “El matacán del majuelo”.
Para el diccionario una liebre además de ser un animal relativamente parecido al conejo, tiene también la siguiente acepción: “en atletismo, corredor que en las pruebas de media y larga distancia se pone en cabeza para imponer un ritmo determinado al resto de los participantes”. El objetivo de la liebre es que un corredor de los que viene detrás gane la carrera o realice una marca determinada; una vez rematado su trabajo, se retira antes de terminar la prueba.
En los últimos tiempos, los organizadores de algunas carreras han extendido la costumbre de contratar liebres para que sus pruebas resulten más rápidas y atractivas. Pero algunas liebres se han rebelado, como el matacán, y sorprendentemente han ganado carreras en las que su función era solamente hacer de comparsa. Así lo hizo el keniano Kipkemoi en la Maratón de Barcelona de 2017 seguido del también liebre y compatriota Cheshari. Kybert y Kypiego, del mismo origen y con la misma faena, vencieron en las de Abu Dhabi y Estambul de 2019.
Es una lección más de la vida, una fábula en que a las estrellas del atletismo los están pillando como a los gazapillos de Iriarte.