Encuesta Running: medidas para el retorno a las carreras presenciales

En días pasados preguntamos a nuestros seguidores sobre cuáles medidas les darían mayor seguridad para participar de nuevo en una carrera física. Gracias a los 52 corredores que participaron en la encuesta; estas son las medidas ordenadas por número de votos de mayor a menor importancia.

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Esta opción de las salidas separadas fue la que tuvo mayor aceptación por los corredores, ya que más de un 60 % de los encuestados la colocaron como la de su preferencia. Las salidas por grupos, en un número aproximado de 50 a 100 corredores, está siendo una de las opciones más comunes en las carreras presenciales que se están empezando a implementar a nivel mundial. El criterio de pertenencia a uno u otro grupo se determina por lo general según el tiempo objetivo (o marca ya obtenida) de cada corredor, a semejanza de lo que venía sucediendo antes de la pandemia con los corrales (waves) de salida en las maratones más importantes.

Obviamente este tipo de salidas por grupos conlleva necesariamente que los resultados se elaboren conforme al tiempo chip de cada corredor (desde que ese corredor pasa la salida hasta que cruza la meta), y no al tiempo gun (desde que parte el primer corredor, hasta que el corredor en particular cruza la meta).

Los corredores estiman que con estas salidas por grupos, separados por un tiempo prudencial de dos a cinco minutos, se puede garantizar en mayor medida el distanciamiento social, y así evitar que en circuitos con trazados no tan amplios se forme acumulación de corredores.

Los corredores en la partida se colocarían de manera similar a la de los automóviles de Fórmula 1 en una parrilla de salida, encima de líneas señaladas en el piso para garantizar un espacio entre los participantes de unos dos metros. Así, cada vez que partiese un grupo, se ubicarían en esas marcas los corredores del siguiente corral según el orden de salida preestablecido.

La implementación de este sistema para los organizadores no conlleva demasiada complejidad, siempre que se pueda tener un buen control de acceso a los diferentes corrales para que cada participante compita efectivamente en su grupo asignado. En distancias cortas este sistema presenta un inconveniente, ya que se pueden juntar corredores partiendo y llegando, por lo que para estos casos, el ubicar una partida separada de la meta es la mejor solución.

En segunda posición como medida de salud más valorada, los encuestados optaron por la toma de temperatura obligatoria de modo previo al ingreso al área de salida. Este sistema nos es perfectamente conocido, pues en la actualidad todos estamos acostumbrados a pasar control de temperatura para poder entrar a establecimientos comerciales y similares.

La implementación de esta medida por los organizadores es sencilla, puesto que los equipos para ejecutarla no son costosos y están disponibles en el mercado. Solo se necesita personal con un mínimo de calificación que sepa manejar estos termómetros digitales infrarrojos.

Hay que señalar que este filtro de temperatura no es concluyente, ya que personas portadoras del virus asintomáticas pueden registrar temperatura normal e ingresar a la carrera, así como puede haber otras que presenten un proceso febril independiente del COVID-19 que en cambio quedarán excluidas.

En tercera posición, y muy cerca de las dos opciones anteriores, se ubica la obligación de presentar una prueba de COVID negativa para poder participar.

La presentación de este documento sería de modo previo a retirar el kit de carrera, o en su defecto, al ingreso a la zona de salida. En cuanto a la prueba, hay en la actualidad diferentes métodos para detectar la presencia del virus COVID-19 o sus anticuerpos (PCRs y test rápidos), por lo que se debería definir de modo previo cuál o cuáles métodos serían aceptables.

También se debería determinar por el organizador el periodo de tiempo de caducidad de los resultados del test, ya que usualmente pierden vigencia después de 36-48 horas de realizado el mismo.

La exigencia de esta medida tiene varios inconvenientes, y es que no todos los sistemas de salud públicos pueden garantizar el disponer de resultados concluyentes en el plazo de 36-48 horas que se requiere, ni tampoco todos los corredores disponen de los recursos económicos para poder realizar la prueba en la sanidad privada.

En aras de evitar dentro de lo posible el contacto físico entre personas y objetos que pudieran transmitir el virus, muchos corredores consideran importante no tomar hidratación del organizador, independientemente de que la misma sea en vaso plástico, bolsa o botella. Las áreas donde están ubicadas tradicionalmente las estaciones de hidratación en las carreras suelen ser puntos conflictivos, ya que con frecuencia se producen allí aglomeraciones de personas.

Para eventos de distancia corta no supone mayor problema que el corredor porte su propia hidratación, bien sea con una botella en la mano, cinturón con botellines, mochila tipo camelback u otros sistemas similares, pero la cosa se complica cuando hablamos de pruebas de 21 y 42 kilómetros, donde resulta difícil que cada participante pueda llevar toda la hidratación necesaria consigo mismo.

Al igual que en algunas pruebas de triatlón de larga distancia se impone la norma de mantener en el segmento de bicicleta una distancia mínima longitudinal y en paralelo respecto de otros competidores, en carreras pos-COVID no tan masivas se está implementando también en ocasiones esta regla del distanciamiento de entre 3 a 10 metros.

El control del cumplimiento de esta norma no podría quedar realmente en manos de los jueces o voluntarios de la prueba, sino que deberían ser los propios corredores los que responsablemente mantuvieran ese distanciamiento obligado, con excepción de los momentos en que unos participantes adelantaran a otros.

Solo uno de cada cuatro encuestados considera importante la medida de ubicar dispensadores de gel alcoholado en las áreas de partida y meta. Esto es entendible, ya que la mayoría de los corredores supone que una vez esté en el área de la prueba, no va a tener contacto físico directo con otras personas ni con objetos que pudieran conservar en su superficie rastros del virus.

Muy pocos corredores consideraron que el uso de chip desechable suponga una ventaja frente al retornable desde el punto de vista de evitar la propagación del virus. Esto anterior tiene parte de lógica, ya que aunque el chip de la prueba sea desechable, de igual modo ese chip deberá ser manejado por las personas que arman las bolsas con los chips y números de carrera, por lo que igualmente quedarán expuestos a un posible contagio si la manipulación no se hace siguiendo los controles adecuados.

En última posición, y con solo 5 votos recibidos por parte de los 52 entrevistados (menos de un 10 %), se ubica la obligación de correr con mascarilla durante todo el trayecto de la prueba.

Si bien el mayor o menor grado de preferencia de las medidas descritas anteriormente era bastante previsible, a nuestro equipo de redacción nos ha sorprendido mucho el poco atractivo que el correr con mascarilla tiene para la comunidad runner.

El uso de mascarilla en la mayoría de los países es en la actualidad obligatorio en casi todas las situaciones, inclusive muchas veces al aire libre. Conforme a la propia OMS, el uso correcto de una mascarilla con estándares homologados de protección es uno de los métodos más eficaces para contrarrestar la propagación del COVID-19.

Nos surge entonces la siguiente pregunta, ¿si la mascarilla junto con el distanciamiento social es uno de los métodos más contrastados para evitar contagios, por qué los corredores prefieren no usarla?

Nos llamó la atención que algunos corredores no solo no eligieron esta medida entre sus preferidas, sino que comentaron que nunca acudirían a una carrera en la que se les obligase a llevar mascarilla durante todo el trayecto por la incomodidad manifiesta al respirar.

En cuanto a las mascarillas hay infinidad de modelos, incluyendo las médicas en sus diferentes variedades, deportivas, sencillos tapabocas o mangas tipo buff, entre otras. Obviamente cada una proporciona un grado de protección diferente, así como también es distinto el nivel de molestia que provoca su uso continuado mientras se hace ejercicio. Igual que en el ciclismo el casco protector obligatorio debe cumplir con unas normas específicas de seguridad, y no sirve cualquier casco, se debería delimitar también de modo previo qué modelos de mascarilla serían aceptables para las carreras en calle.

En algunas pruebas de las que se están celebrando a nivel mundial los organizadores están exigiendo el uso de mascarilla en la zona de salida y hasta el paso del primer kilómetro, pero eximen de la obligación de su uso el resto de la distancia, una vez que se presume es más factible asegurar el distanciamiento social entre los participantes. Esta es una solución a medio camino entre la obligación y la voluntariedad de llevar mascarilla en competencias, que está recibiendo buena aceptación por parte de la comunidad de corredores.

Concluyendo, y a modo de resumen, todos los involucrados en las carreras, ya sean organizadores o participantes, estamos aprendiendo ante esta nueva realidad que nos ha tocado vivir con el COVID-19. Una realidad además cambiante, ya que las medidas de cuarentena, de restricción de movilidad y otras similares, varían conforme las tasas de contagio aumentan o se atenúan. Por ello es muy aventurado lanzarse como organizador a realizar una carrera presencial a dos o tres meses vista, porque nunca se podrá tener certeza sobre cómo estará la situación sanitaria en esos momentos y si las autoridades tomarán medidas, que impedirán del todo o limitarán parcialmente, la realización de esa carrera.

Por ahora, y mientras las vacunas u otros remedios no muestren una mayor eficacia, nos toca a cada uno seguir siendo responsables dentro de nuestros ámbitos familiares, laborales y sociales, ya que la lucha contra el COVID es un esfuerzo de todos.